15 oct 2014

Lobo

Cada noche aullaba a la Luna, esperando respuestas desde aquella gran distancia, enamorado de ella este lobo solitario nunca amanecía sin echarla de menos, sin esperar a que vuelva la noche, a intentar de nuevo que ella responda.

En el día todos piensan que es otro más lobo feroz, sigue a los ganados, pero no se deja llevar por ellos, los devora y destruye, la caza forma parte de su instinto, sus fauces podrían matar a cualquiera, con ese antojo de carne fresca y acostumbrado a ver caer la sangre por cada lugar al que pasa. Pero sólo la Luna conocía de verdad el corazón de este lobo solitario.

Unos hermosos y enormes ojos que al llegar la noche siempre reflejaban esa luz lunar espacial, y sólo la veía a ella... todos veían de él lo que no era, excepto ella, o eso creía, siempre se sintió solo por no poder alcanzarla, lo que no sabía es que en realidad la Luna no era la única que conocía toda su historia, había alguien mucho más cercano que se tendía a su vera a escuchar cada noche sus aullidos, tras los arbustos ella se escondía, la loba más silenciosa, y a su vez la más bella, que entre la nieve se camuflaba con su precioso pelaje blanco, él nunca vió a quien realmente lo escuchó.

Hasta que un día ella comenzó a ver la Luna con los mismos ojos que él, se enamoró de ella escuchando su amor, y tuvo la necesidad de expresarle a la Luna ese amor. Se acerco a su locutor nocturno favorito y comenzó a aullar, él la escuchó y se sintió identificado, sentían lo mismo, comenzaron a compartir el amor,  noche tras noche, cada vez se sentía menos solo. 

Un día de diluvio la luna se ocultó, y él a pesar de eso fue a cantarle su amor a la Luna, necesitaba hacerlo.
Pero ese día la loba tampoco estaba, ya no era lo mismo, la necesitaba a ella más que a la Luna. Se dió cuenta que el amor que había estado sintiendo hacia la Luna se había transladado a su compañera, en ese momento corrió a buscarla, y la encontró, comenzó a cantarle todo lo que la Luna oía cada noche, y ella comprobó que ese lobo feroz lo único que te come es el corazón.

3 oct 2014

Oírte o irte,

Oírte cada mañana, cada día, cada tarde, noche y madrugada,
oírte a cada hora contándome tus cosas, o no diciendo nada,
sólo déjame ser la receptora de tu prosa,
que tu voz es la más bella y hermosa
podrás comprobar como mi piel se eriza,
puedes quedarte y que tu palabra sea mi misa.

O irte cada mañana, cada día, cada tarde, noche y madrugada,
o irte, cada hora más lejos de mí sin yo saber nada,
creyendo que tu voz es prácticamente muda,
sin fuerza, silenciosa, que a nadie estimula,
podrás hundirte en tu propia mentira,
y creer que eres tú el que más desafina.