25 nov 2013

Cicatrices.

Basta alcanzar su aroma para oler ese metálico palpitar que corre por sus venas, está lleno de heridas, de golpes y magulladuras, un tono violaceo se adhiere a su piel albina con total naturalidad. Y es que nadie era capaz de acercarse a él y preguntarle lo obvio, siempre solo en aquella esquina, con su libro y su información, nada más necesitaba para seguir lleno de vida, la cuestión es… ¿vivía?

Se refugiaba cada día en aquel banco, el cual tenía una esquina resquebrajada gracias a sus inquietas uñas, aquel lugar donde sólo el sabía encerrarse, en la libertad de un banco, mirando a la nada y pensando en todo, alejándose de lo que querían que fuese, no siendo lo que no quería ser. Sin sueños, ni metas, excepto escapar, no ser nada, desaparecer, o lo que es lo mismo, huir. Y es que huir suena de perdedores, de miedicas, de débiles, pero por el contrario el podría ser una de las personas más valientes del mundo. Su alma huía cada día a aquel banco, allí conseguía que vuele, con su música y la lectura, pero su cuerpo continuaba en el mundo real, aquel que tanto había sido golpeado. Pensaba, destruía su realidad con lógicos pensamientos, analizaba cada detalle de esa crueldad, el no sólo leía para evadirse, también lo hacía para buscar soluciones.

Un día ya no apareció más por ese banco, sus marcas se habían quedado, había encontrado la mejor solución, no desapareció, simplemente gritó y corrió, y con un grito cambió su camino... A partir de entonces su nuevo refugio era la orilla del mar, y no estaba solo, a partir de entonces los libros eran compartidos, sus reflexiones escuchadas y algunos de sus deseos atendidos... Dejó de tener ese color violaceo en la piel, pero tenía algunas marcas, por las cuales muchos preguntaban, porque no era obvio su origen. Parecía que lo tenía todo, que no necesitaba más en la vida... ¿y ahora? ¿vive?

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