Se iba
haciendo de noche y el cervatillo no sabía a dónde iba, el seguía andando, el
tenía miedo.
Escuchaba
a los ruidosos búhos que le asustaban, sentía a los ciegos murciélagos que
pasaban a su alrededor, cambiando su rumbo a milímetros de él.
Era un
cervatillo alegre, con muchos amigos, pero se perdió, nunca hubo tales amgos,
todos eran parte de su imaginación. Ahora ¿Qué podía hacer? ¿A dónde podía ir?
No tenía a nadie… no conocía a nadie…
Pero se
dio cuenta de una cosa, los arboles seguían ahí, entonces recordó a su mejor
amigo, ese único cervatillo que conoció como amigo, ese que tenía tantas cosas
en común con él, se enfrentó a la noche, caminó a oscuras para reencontrarse
con él, él siempre se escondía en el mismo lugar. Fue corriendo hacía allí,
deseaba que él estab allí, eran iguales… quizás él también se había dado cuenta
de las cosas.
Y allí
estaba, corriendo a la vez que él, escondido en el mismo sitio de siempre… En
el lago. Siempre le veía cuando tomaba agua, siempre se reía con él porque
hacían lo mismo. Era su único amigo y en el único en el que podía confiar, el único
que no le abandonó.
//Squeeze my hand.//
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy buena, metafórica y realista a la vez.
ResponderEliminarVerdaderamente original, se ve que es una historia relatada en primera persona, es decir, que tú eres ese cervatillo que encuentra su reflejo como compañía.
Un saludo, Alexia.
Todos mis cuentos los escribo por algo que siento, por algo que he visto o he vivido. Muchas gracias por leerlo y comentar.
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