13 mar 2014

Abrazo partido

¡Quién fuera aire para vivir abrazándote!
Tocar tu cuerpo desnudo y vestido, poder darte calor tras cada escalofrío, darte frío con cada sudor,  poder sentir tu respiración en mi oído, tu temblor entre mis brazos, poderte sujetar cuándo tus débiles piernas no pueden más. 

Un abrazo, lo único que  necesitas, cuando quieres desatar toda tu furia al mundo, cuando crees que no puedes continuar en este mundo, cuando tienes miedo, e incluso cuando estás demasiado seguro. Cuando estés llorando que tus lágrimas caigan sobre mi hombro, y poder sacarte un risa de tanto apretón.

Un abrazo, lo único que necesito darte, porque aunque parezca un acto tonto, es lo único que quiero darte, quiero que puedas sentir vida en él, que puedas saber lo que te quiero decir, quiero darte el mejor abrazo de todos, que lo recuerdes, y que desde entonces siempre necesites mis abrazos. 

Pero ahora hablo de abrazos partidos, abrazos interrumpidos, abrazos que no fueron lo suficientemente largos, que no sirvieron para ayudar, o que quizá, nunca se llegaron a dar, abrazos invisibles, pero sentidos, abrazos virtuales, abrazos telefónicos... Todos esos abrazos vacíos que damos al viento cuando queremos ser libres y somos presos. Abrazos a almohadas o quizá a farolas. Esos abrazos que nos llenan y nos vacían, que nos queman y nos hielan. Simplemente esos abrazos que no te doy, en todos esos abrazos partidos que des, yo estaré.

No hay comentarios:

Publicar un comentario